Héctor Galindo, asesor del movimiento atenquense, esboza planes tras su liberación
“Veo un movimiento vivo”, expresa el abogado Héctor Galindo durante la entrevista con La Jornada-Foto Jesús Villaseca
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Tras la ofensiva del gobierno para desarticular el movimiento campesino en San Salvador Atenco, en mayo de 2006, las organizaciones populares de su entorno se vieron cruzadas por las contradicciones. Héctor Galindo Gochicoa, ex militante del Consejo General de Huelga de la UNAM y asesor del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), ya libre de una sentencia de 67 años de cárcel, admite que durante los últimos años el FPDT, la otra campaña, los universitarios y los zapatistas emprendieron caminos diferenciados.
“Esto ocurrió, cierto. Pero no visualizo que las divisiones se vayan a profundizar. Lo que se tiene que dar es una conjunción de todas las organizaciones que luchamos por los derechos humanos. Vamos a fundirnos en una sola lucha.”
Tiene 36 años y, sin ser hombre del campo –nació en el municipio de Nezahualcóyotl–, fue reprimido por pertenecer a un movimiento campesino. Fue detenido en la casa de un florista de Texcoco, cuando hacía valer un acuerdo firmado con las autoridades la víspera de la fiesta de la Santa Cruz para que los vendedores ambulantes pudieran instalarse en las calles frente al mercado. Fue acusado por la procuraduría mexiquense de “secuestro equiparado” y otros delitos.
“Primero me trasladaron al penal estatal de Santiaguito. Cuando me identifiqué como abogado de la UNAM la golpiza arreció. Lo más duro fue ser testigo de las amenazas a las compañeras detenidas, a las que les advirtieron que no denunciaran las violaciones tumultuarias a las que las habían sometido. Luego me llevaron a Almoloya.”
–¿Por qué fue juzgado por los mismos cargos contra los líderes del FPDT?
–Porque mediante la asesoría legal los ejidatarios pudieron comprender que tenían más derechos de los que les querían otorgar. Por eso el gobierno me calificó de hombre peligroso a quien anular.
Héctor vive eufórico sus primeros días de libertad. A corta distancia lo miran embelesadas su madre adoptiva, Rosa Nelly Urrutia, y su colega y hermana Rosa de la Vega. Ellas, su hermano menor y su padre Héctor de la Vega volcaron todas sus energías, gastaron todos sus ahorros y tocaron todas las puertas posibles para liberarlo.
Fue sobre todo Rosa Nelly quien lo mantuvo conectado desde su celda con el mundo exterior durante los últimos cuatro años, a pesar de que por largos periodos los directivos del Cefereso del Altiplano le negaban el derecho a la visita por tratarse de su madre adoptiva, no biológica.
“Lo peor para un preso es sentirse olvidado”
“Lo peor que le puede pasar a un preso es sentirse olvidado. Yo nunca me sentí así, siempre supe que afuera había gente luchando por nosotros. Mi mamá copiaba a mano las noticias de La Jornada para mantenerme al tanto. Siempre supe que allá afuera había mucha gente que nunca pensó en mí como un criminal, sino como un universitario, asesor de un movimiento popular.”
–Hay indicios de que el autoritarismo se ha radicalizado. ¿Considera que esto puede generar la radicalización del movimiento popular?
–Entre los grupos organizados no. En otros momentos históricos la violencia del Estado genera violencia, pero principalmente entre sectores desorganizados. La organización canaliza la protesta por otras vías.
“Tengo fe en que el gobierno recapacitará antes de que estalle la convulsión social que de manera informal ya se está dando. La delincuencia organizada viene de esa respuesta violenta y desorganizada frente a la falta de oportunidades. Para muchos el crimen es la forma de sobrevivir.”
–¿Cree posible que a partir de la liberación de ustedes se recompongan las alianzas del movimiento popular?
–Este logro fue colectivo y ha dado nuevos ánimos. Yo veo un movimiento vivo. La gente se está dando cuenta de que podemos ganar batallas si no nos dividimos. Espero que el gobierno lo entienda también. Que la reparación del daño y las indemnizaciones se consigan a través del diálogo y no de la confrontación.
“Porque esto no termina aquí; vamos por la disculpa del Estado mexicano, por las indemnizaciones, el castigo a los culpables. Fueron cuatro años adentro. Para lograr nuestro proyecto pueden pasar 40 años más; no vamos a cejar.”
–¿Cuál es el proyecto?
–Seguir haciendo conciencia. La gente del poder debe entender que si siguen pisoteando a la población inconforme, la gente llegará a la conclusión de que no tiene caso ejercer la oposición pacífica porque al final siempre hay represión brutal. Y prefieran incorporarse a las filas de la delincuencia organizada. Hay que apostar por la palabra, por la vía pacífica.