miércoles, julio 07, 2010

Atenco y el rencor de la derecha ilustrada

Javier Hernández Alpízar

Luis González de Alba no es del todo inútil: sirve para mal ejemplo. Pasó de reprimido (y preso de conciencia del movimiento estudiantil de 1968) a apologista de la represión contra estudiantes, campesinos y contra lo que se mueva. Quizá nunca fue un hombre de izquierda, pero ahora forma fila en el distinguido coro de la derecha recalcitrante, junto con Carlos Marín, Pedro Ferriz de Con, Andrés Oppenheimer y Jorge Fernández Menéndez, entre otros.

Al igual que esa especie de brazo periodístico de la PFP formado por medios como Milenio y TV Azteca, González de Alba se enojó por la liberación de Ignacio del Valle, Felipe Álvarez, Héctor Galindo y los otros nueve presos de Atenco, y en sus reproches a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (que acaba de fallar contra los trabajadores del SME, para reconciliarse con la patronal, los verdaderos pares de los ministros), enuncia una serie de mentiras, distorsiones de la realidad, datos falsos que deberían hacer sonrojar a cualquier intelectual, no importa si de derecha o de izquierda, porque antes que una bandera debiera haber una ética: no publicar mentiras.

Cf: http://impreso.milenio.com/node/8794450?dsq=60657755&dsq_cbp=null#comment-60657755

Dice que en el proceso en que el pueblo de Atenco derrotó a Fox y el grupo Atlacomulco, los líderes de Atenco “se oponían a la decisión mayoritaria de vender sus tierras para que en ellas se construyera un nuevo aeropuerto internacional”. Aquí González de Alba miente, porque precisamente lo que impidió a Fox y el grupo Atlacomulco despojar a los campesinos fue la masividad de su movimiento. Si hubieran sido una minoría, ese aeropuerto estaría construido y todos estaríamos opinando de otras cosas.

Además, el articulista ignora, o calla, que los atenquenses no sólo ganaron por la presión que ejercieron en las calles sino que derrotaron a Fox en los tribunales, con la ley en la mano. Claro que la “ley en la mano” para Luis González de Alba parece ser la Ley de Herodes.

Describe al pueblo de Atenco como siempre ha descrito la derecha y casi siempre los intelectuales (la cabra tira al monte) al pueblo de Atenco, como a salvajes y bárbaros: “danzaron delirantes con antorchas y machetes en alto”. El mismo lenguaje que analizó Paul Lidsky (en su trabajo Los intelectuales contra la comuna, en español editado y publicado por Siglo XXI) en las obras periodísticas y literarias de escritores franceses contra la comuna de París.

Retratar a los movimientos populares como desquiciados y violentos es algo que solamente puede hacer el presidente municipal perredista de Texcoco Nazario Montiel al presumir, en una inserción pagada el 4 de mayo de 2006 en La Jornada, que él pidió fuerzas federales para aplacar a los “revoltosos”, o el Congreso de la Unión oaxaqueño, con la firma de las bancadas del PRI, el PAN, el PRD y Convergencia al defender a Ulises Ruiz contra la APPO y pedir que fuerzas federales vayan a desalojar a quienes exigían su salida (en ambos casos la PFP acudió al llamado y reprimió), y bueno, también intelectuales y periodistas defensores de oficio de la mano dura contra la protesta social como Fernández Menéndez y González de Alba.

El autor plagiado por Elena Poniatowska (quien transcribió sin citar párrafos de Los días y los años en La noche de Tlatelolco) describe escenas que solamente ocurrieron en su cabeza: “Al momento en que la policía entró, vimos a la población de Atenco, sobre las azoteas, aclamar su presencia porque los libraba de los energúmenos que con armas imponían su voluntad minoritaria a la mayoría.”

Dice que la mayoría del pueblo de Atenco se encerró en sus casas, pues claro, el operativo policiaco militar de la PFP, ASES y policías municipales entró al amanecer, hora en que la gente no suele andar por las calles. Y los policías se dedicaron a allanar casas, torturar y violar, mataron a un joven (Alexis Benhumea y el día anterior habían asesinado a Javier Cortés), pero eso para González de Alba debe ser normal, la sola y pura ley.

Al igual que voceros de la derecha ignorantes, pero con mucha difusión, como Ferriz de Con, González de Alba se apoya en el imaginario ideológico de la derecha neoliberal: que el aeropuerto les llevaba desarrollo (“se sacaron la lotería” dijo otro gran intelectual: Vicente Fox. Claro: LG de A apoyó el “voto útil”), así el autor de la columna La ciencia en la calle (que publicó hace años en La Jornada) escribe sin rubor: “El gobierno perredista cuidó a los que marchaban armados de machetes por las calles del DF: no permitiría al gobierno federal panista colgarse la medalla de una obra admirable y urgente. Fox reculó ante un escaso centenar de opositores a su proyecto, opositores de mala fe, sin razones luego de que la mayoría atenquense había aceptado un precio muy mejorado y un local comercial dentro del aeropuerto a cambio de sus tierras salitrosas.”

Ignora González de Alba que el PRD, a nivel municipal, apoyó el aeropuerto y aún después de que se suspendió el decreto expropiatorio de Fox, se quejaba –igual que González de Alba– de la gran inversión que se les fue. Que en 2006, en esa represión que tanto gusto le debió haber dado al autor de Los días y los años, el PRD fue cómplice y comparsa de Fox y Peña Nieto y que la bancada perredista del Congreso mexiquense aplaudió la represión con un texto que, por lo visto, González de Alba habría suscrito gustoso.

Describe las tierras como salitrosas: ¿Cómo se las habrá arreglado la población del valle de Texcoco para sobrevivir por siglos en esas tierras tan malas, y sin la asesoría de expertos agrónomos como Fox y González de Alba?

Habla de un precio muy mejorado, cuando lo ofrecido a los campesinos osciló entre los 7 y los 14 pesos el metro cuadrado. Claro les doblaron el precio. Y todo mundo sabe que con 14 pesos haces maravillas… multiplícalo por el número de metros cuadrados y ¡guau!

Habla de una “obra admirable y urgente”, el aeropuerto, y la oferta de un local comercial en él (para todos los campesinos desplazados, claro ¿para vender libros de Cal y Arena y el Milenio diario?), así como de la “mala fe” de los campesinos que defendieron la tierra. Seguramente la buena fe era la de Fox, el grupo Atlacomulco, Onésimo Cepeda y el PRD mexiquense, porque todos sabemos que si desplazan a miles de campesinos de sus tierras, todos trabajarán en un aeropuerto que necesita mano de obra masiva. Lo que pasa es que los mexicanos no aceptamos la asesoría de expertos como González de Alba, con su buena fe.

El articulista se desgarra las vestiduras por la liberación de los presos de conciencia: “Detenidos y sentenciados los criminales, ahora están libres.” Ya de por sí es lamentable que escriba esa sandez, pero lo que sigue no tiene parangón, supera las tonterías de Jaime Avilés, el Tonto del Pueblo, y otros como ellos: “Todos lo hemos visto en cine y en TV producida en EU: un hombre joven, fuerte y con cara de vicioso asesina a hachazos a su anciana y tullida madre porque ésta no tiene dinero para pagarle su drogadicción. Una cámara oculta graba el horrendo matricidio. El jurado mira la escena con horror, dos damas se desmayan. El patibulario es detenido, además, por un policía que lo encuentra todavía con el hacha y la ropa ensangrentadas. Pero viene lo emocionante: “Su Señoría: ese video fue grabado de forma ilegal, por lo que pido que se retire de las pruebas”. Una joya de la analogía sin exageración.

No le basta con la monstruosidad de los “violentos macheteros” que impidieron el progreso foxista, así que el articulista se va a los Estados Unidos, y a un capítulo de La ley y el orden u otra de esas series (ahí debe estudiar derecho González de Alba), para poner la imagen de un asesino con hacha: ¿quién delira: los campesinos que defienden la tierra y que al salir libres de un penal de exterminio hablan con una lucidez que envidiaría cualquier articulista de Letras Libres o el columnista que salta de la lucha social a pintar “matricidas a hachazos”. Lo que pasa es que González de Alba confundió la historia de Atenco con una película como Viernes Trece.

Alguna vez, en una feria del libro, González de Alba aprovechó el micrófono para decir que el EZLN era “estalinista”, y Octavio Paz, presente en la mesa, lo corrigió y le dijo que hay que ser críticos, pero es necesario no dejar que el lenguaje pierda su sentido: los zapatistas no son estalinistas.

Octavio Paz murió. La derecha ilustrada quedó huérfana. Y ahora los escritores simplemente no aciertan a hacer una crítica informada. Sería muy buena una crítica a la izquierda mexicana, sería útil, sana, pero usar información falsa y dolosamente interpretada no ayuda. Esta derecha ilustrada y huérfana delira.