sábado, julio 03, 2010

Pasa de abogado a “delincuente”

Galindo, detenido en la revuelta, asesoraba al Frente de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra

De niño de la calle, a abogado de la UNAM, y de ahí a la cárcel, por asesorar movimientos sociales como el Consejo General de Huelga y macheteros rebeldes.

Es la historia de Héctor Galindo Cochicoa, de 34 años de edad, sentenciado a 67 años de prisión por los hechos de Atenco y absuelto por la Suprema Corte de Justicia de la Nación como resultado de una defensa encabezada por un equipo jurídico de la Facultad de Derecho de la máxima casa de estudios del país.

Pocos lo saben, pero Galindo tiene una historia de vida particular. A los 15 años fue rescatado de la calle por Nelly Urrutia Castañeda, de 54 años de edad, quien por decisión propia y así, sin mayor trámite, lo convirtió en su cuarto hijo, el mayor. Lo había visto vaga ndo por el mercado y sabía que era un chico abandonado, expuesto a las drogas y la violencia, por lo que simplemente le abrió las puertas de su casa.

Nelly espera a las afueras del penal federal la salida de su hijo. La acompañan algunos alumnos de la UNAM y recuerda que el día en que Héctor quedó detenido, sólo había ido a asesorar al Frente de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra porque días antes se lo había pedido el propio Ignacio del Valle, pero las cosas cambiaron de manera radical, sólo unas horas después.

“Nos habló a la casa y nos pidió que lleváramos agua y médicos de la UNAM, pero luego supimos que ya estaban acorralados y cercados en Atenco, y no pudimos hacer nada”. Lo que siguió es la historia de los hombres y mujeres detenidos ese día. Aporreados y arrastrados por la policía, las mujeres presuntamente violadas y Héctor, como abogado, reducido a delincuente.

En estos más de 4 años, la familia de Héctor empeñó todo lo de valor que tenía y quedó prácticamente en la pobreza. Las cuentas de ahorro se esfumaron y las deudas crecieron, porque además del encarcelamiento de Héctor, su padre adoptivo enfermó de cáncer linfático y sus hermanos menores, también activistas, aún estudiaban y no contaban con grandes ingresos.

“A pesar de la difícil situación familiar, el Frente de Pueblos Unidos nunca quiso asumir la defensa legal de Héctor, quizá para aparentar que la lucha era únicamente un logro de Atenco y no también de los universitarios”, señala Nelly.

Tras su detención, Galindo no pudo ver a su madre sino hasta muchísimos meses después, ya que las autoridades penitenciaras argumentaban que “ella no era nada de él”.

Recuerda sin embargo que el primer día que se reencontraron en la cárcel, las barreras que todos se empeñaban en levantar entre ellos, por su falta de lazos consanguíneos, se esfumaron como siempre.

“Si tú caes, yo caigo”

“Yo sabía ma’, que no me iba a dejar, pero no se vaya a enfermar”, fue lo que dijo Héctor. La contestación de Nelly fue enérgica: “Cómo chinga’os me voy a enfermar estando tú aquí, por supuesto que no me voy a enfermar, y con la misma fuerza que tú me ves frente a ti, con la misma fuerza no quiero que estés allá adentro, porque si tú caes yo caigo”.

Galindo Cochicoa formó parte del equipo de abogados del CGH que, en 1999, logró evitar que se fijaran cuotas a los estudiantes de la UNAM.

A más de cuatro años de distancia de aquello de Atenco, y sin entender los dobles mensajes del gobierno estatal, que por una parte asegura que respetara la decisión de la Suprema Corte y por otra ordena a los jueces locales que revisen si no hay cuentas pendientes contra los líderes de Atenco, Nelly sigue esperando afuera del Cefereso volver a abrazar a su Héctor.