“No lo voy a olvidar; aún no termino de juntar mis pedacitos”, asegura
A más de 3 mil kilómetros de distancia, de San Salvador Atenco hasta la ciudad de Concepción, en Chile, el dolor la perseguía, y se le volvió pesadillas que la taladraban: corría, escapaba de hombres uniformados que la alcanzaban, la sometían y le apretaban los dientes con pinzas.
Cuando el insomnio cedía, daba paso a sueños de “baños que rebosan mierda”. Los policías se le aparecían en la almohada, “en circunstancias cotidianas”. Las imágenes oníricas se fundían con los recuerdos vivos de manos y dedos de policías brutales irrumpiendo en su cuerpo.
El 4 de mayo de 2006, Valentina Palma Novoa, de 31 años de edad, estudiante del Centro de Capacitación Cinematográfica de México, filmaba un documental sobre las protestas del Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra en apoyo a comerciantes desalojados violentamente por policías federales y municipales.
En los instantes previos a la refriega, su instinto de documentalista y sus convicciones la colocaron físicamente tras las líneas “enemigas”, del lado de los reprimidos.
Las consecuencias fueron brutales. Atestiguó y grabó la ofensiva policiaca que minutos después la devoró: fue detenida, golpeada y vejada sexualmente por policías en el trayecto al penal de Santiaguito.
En sus testimonios, Valentina relataba los abusos sexuales, las patadas, las órdenes para que se agachara y se acostara en una camioneta policiaca encharcada en sangre. Fue la pesadilla que la alcanzó en su tierra.
Conectada a la computadora, Valentina acepta la entrevista en el messenger. Solo unos minutos, porque sus casi siete meses de embarazo no le dan tregua. Es otra batalla que su cuerpo libra, pero esta es dulce.
Lo de Atenco, dice, “es una experiencia de vida muy fuerte… no lo voy a olvidar, no puedo, no quiero…”.El Instituto Nacional de Migración la deportó a Chile. En noviembre de 2006 obtuvo un amparo que le permite regresar al país.En el penal de Santiaguito conoció a Mario Aguirre, otro chileno deportado tras la violencia en Atenco. Es su pareja, el padre de Esperanza, su hija por nacer.
Al final, son más los recuerdos buenos de México que la memoria ensangrentada y alevosa. Extraña a sus amigos, las escuelas de cine, el mole oaxaqueño, a “Ileana” y “Mimbre”, los gatos de su vecina Lola.
-¿Volverías a México?
-De regresar, regresaría un tiempo, a arreglar algunos asuntos… No sé si después de todo lo que pasó pueda volver a vivir tranquila en México.
- ¿Tienes resentimientos?¿México es para ti un recuerdo amargo?
- Sólo quiero volver a armarme. Aún no termino de juntar mis pedacitos… fue una irrupción demasiado violenta. Toda yo me quedé allá.