Arturo García Hernández
Carlos Montemayor y Leopoldo Ayala, acompañados por militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, anteayer, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco Foto: José Carlo González
La presentación de la novela Vencer o morir, del poeta y profesor Leopoldo Ayala, se convirtió de varias maneras, más allá del recuerdo y la conmemoración, en un llamado a actualizar el sentido político y las demandas del movimiento estudiantil de 1968.
El acto se llevó a cabo el miércoles en el Aula Magna del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, donde el momento culminante fue el ingreso al recinto de un grupo de integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, machete en mano, demandando la libertad del líder campesino de Atenco, Ignacio del Valle, entre vítores y aplausos del público que llenaba el lugar en su totalidad.
María Antonia Trinidad Ramírez, esposa del líder preso en el penal del Altiplano y sentenciado a más de 100 años de cárcel, encabezaba al grupo. En uso de la palabra dijo que el título del libro de Leopoldo Ayala encierra un gran significado para su causa: “Lo hemos dicho, en esta lucha hemos defendido y seguiremos defendiendo nuestra tierra con nuestra misma vida, y no sabemos hasta dónde podamos llegar”.
Posteriormente, en nombre de Ignacio del Valle y de otros compañeros también presos –Felipe Álvarez y Héctor Galindo–, Trinidad Ramírez entregó al escritor Carlos Montemayor –uno de los presentadores de Vencer o morir– un machete, símbolo de su lucha, con el cual “te entregamos nuestro corazón, nuestra lucha, nuestra resistencia”.
Antes, durante su intervención, Montemayor había manifestado el privilegio que para él representaba estar “en este centro crucial de la historia de México, cruce de culturas, cruce de idiomas, de sufrimientos, de enfrentamientos”.
Pocos sitios en el planeta –resaltó el articulista de La Jornada– “tienen tanta significación, tanta memoria, tanta historia, tanta relevancia por el heroísmo que ha dignificado gran parte de la historia de nuestro país y que ha sido central en la dignificación de mi generación.
“La generación a la que me debo, a la que pertenezco, la que nos ha hecho más dignos, más honestos, es la del 68, que dio a México uno de los patrimonios cívicos más interiores, más diversos, más perdurables de nuestra historia política, de nuestra evolución social.
“Es difícil encontrar antes de ese movimiento una confluencia de jóvenes, de adolescentes, de muchachos entre los 14 y los 23 años, con una visión de México y una visión de justicia como la que ellos tenían. No queremos que ese esfuerzo se pierda, se esfume, es patrimonio cívico que ha tratado de hacer un México mejor y que, en parte, no en su totalidad. Lo ha logrado.”
Revés para convertirlo en victoria
Montemayor resaltó la labor docente de Leopoldo Ayala –profesor del Instituto Politécnico Nacional durante 42 años–, a quien describió como “uno de los poetas más preclaros y congruentes que han ejercido el magisterio”.
Y se refirió a Vencer o morir como uno de los libros “más significativos en este inicio del siglo XXI y que constituirá uno de los testimonios más deslumbrantes, más luminosos, más necesarios, sobre lo que ha sido la lucha de jóvenes mexicanos, ahora ya no tan jóvenes”.
Luego de este preámbulo, el autor de Guerra en el paraíso dio lectura al prólogo que escribió para la novela de Leopoldo Ayala.
Entre el público destacó la numerosa presencia de jóvenes estudiantes politécnicos, la mayoría al perecer alumnos de Ayala en la Vocacional 5. También se encontraban ahí Jorge y Chuy Morett, padres de Lucía Morett, la joven estudiante mexicana herida en marzo de este año durante el bombardeo del ejército de Colombia en contra de un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en territorio ecuatoriano. Morett actualmente radica en Nicaragua, en calidad de refugiada.
En su intervención, el crítico de arte y activista Alberto Híjar, recordó que en el ataque del ejército colombiano murieron tres compañeros de Morett, estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y otro compañero del Politécnico.
Entonces se dirigió a los jóvenes presentes: “¿qué se necesita para que ustedes se movilicen, compañeras y compañeros?, ¿qué se necesita para que vayan más allá de poner su firma en un escrito pidiendo el regreso seguro y libre de cargos de Lucía Morett? Actualizar el 68 es vivirlo ahora, quiere decir tomar una posición libertaria. El Estado es el mismo. Hagan suyo el 68, asuman el ‘vencer o morir’”.
Precisamente, al principio de su participación Híjar había elogiado el título del libro de Ayala: “que tienen que ver con una consigna especialmente cumplida por el pueblo que suele decir que hay que convertir el revés en victoria”. Fue lo que hizo la Revolución Cubana, que empezó con un ataque fracasado “a un cuartel dictatorial”.
En ese sentido, la matanza del 68 “es un revés que tendríamos que convertir en victoria”.
Otro acierto de la novela de Ayala es que sea una mujer, Olivia, la protagonista, porque uno de los grandes defectos del 68 es “ser un movimiento macho, parece que no hubo mujeres o que no contaron, pero por supuesto que las hubo, como la Nacha (Ana Ignacia Rodríguez) y la Tita (Roberta Avendaño). Por eso es un acierto poner como dialogante a Olivia.