domingo, diciembre 07, 2014

Los fragmentos de Alexander y los falsos misterios resueltos de la PGR

Posted on December 7, 2014 by Témoris Grecko

Por Témoris Grecko (en Facebook y en Twitter)
Al procurador Jesús Murillo Karam le gusta presumir de que tiene los misterios resueltos. Aunque sea a partir de evidencia insuficiente, obtenida de forma poco clara. El laboratorio forense de la Universidad de Innsbruck informó de los resultados del análisis de uno de los 17 fragmentos de huesos y dientes que le envió la Procuraduría General de la República. Corresponde con toda probabilidad, aseguraron los austriacos, al estudiante desaparecido Alexander Mora Venancio. Y Murillo Karam casi celebró hoy (domingo 7/dic) cuando dijo: “esta prueba científica confirma que los restos encontrados en una de las escenas coincide con la evidencia de la investigación y con la declaración ministerial de los detenidos, en el sentido de que en dicho lugar y forma se privó al grupo de personas en los términos y señalamientos que se dan en la averiguación”.
No se preocupa mucho por la lógica. Si un fragmento de hueso quemado corresponde a uno de los 43, ¿de qué manera eso comprueba que los otros 42 fueron asesinados e incinerados allí?
Si se determina que uno de los 43 está muerto, ¿cómo prueba esto que los 42 faltantes no están vivos?
Si se encuentra un fragmento de hueso en un basurero, ¿de qué forma coloca esto fuera de toda duda que esa persona y sus 42 compañeros fueron cremados en una incineradora gigante que los expertos consideran improbable que hubiera podido ser improvisada en un basurero sin que nadie se diera cuenta (como expliqué detalladamente en este texto) mientras llovía copiosamente (como reportó, primero que nadie, Claudia Munaiz en Cuadernos Doble Raya)?
Todavía más: Murillo Karam pretende que la sociedad le crea en un acto de fe incondicional (como si no estuviera al frente de una institución -la PGR- famosa no por sus éxitos, sino por los grandes montajes de operaciones policiacas para televisión, por fabricar culpables y por su prisa en llegar a conclusiones sin pruebas contundentes) que ese fragmento de hueso fue hallado en las “escenas” (el basurero municipal de Cocula y la vera del Río San Juan) en las que asegura que se cometieron los crímenes, a pesar de que no lo avala nadie más que su propia palabra.
Hoy mismo, el Equipo Argentino de Antropología Forense -la única organización que cuenta con la confianza de los padres de los 43) emitió un comunicado en el que aclara que  “no estuvo presente en el momento en que buzos y peritos de PGR recuperaron dicha bolsa ni participó en el hallazgo de dicho fragmento”, que “fue convocado por la PGR al lugar cuando ya se encontraba la bolsa de restos abierta y la muestra en cuestión ya se encontraba junto con otras sobre un área de limpieza” y que por lo tanto, el Equipo “no fue testigo del hallazgo del fragmento que culminó en esta identificación”.
Más aún, el Equipo Argentino considera que “por el momento no hay suficiente certidumbre científica o evidencia física de que los restos recuperados en el río San Juan (…) correspondan a aquellos retirados del basurero de Cocula”. Es decir, no se pude establecer que el fragmento de hueso de Alexander Mora provenga de donde el procurador Murillo Karam dice que proviene, pues “la evidencia que une a ambos sitios (el río y el basurero) por ahora, se desprende por el momento del testimonio de los inculpados. En opinión del EAAF falta aún mayor evidencia física que una los hallazgos de ambos sitios y los exámenes de los restos como el proceso de búsqueda de los desaparecidos deben continuar”.
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En resumen: no hay certeza de que el fragmento de hueso de Alexander provenga del supuesto sitio de la incineración; aunque así fuera, esto no demuestra que los otros 42 desaparecidos estén muertos, ni que hayan sido asesinados y cremados allí en una incineradora gigante improvisada en un basurero bajo la lluvia.
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“Acepto mi derrota pero no voy a dejar de luchar para que se haga justicia por mi hijo y sus compañeros”, Don Ezequiel Mora, padre de Alexander Chande Mora. Foto de Ezequiel Flores.
¿SECUESTRARON A 31 NIÑOS EN COCULA EN JULIO PASADO?
Incapaz de ofrecer respuestas convicentes, la PGR se ha esforzado en realizar operaciones de control de daños. Además de las relacionadas con la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, es concebible que una de ellas se haya dirigido a evitar que le estallara en las manos otra bomba de potencia similar o mayor: el presunto secuestro de 31 alumnos de una secundaria en su misma escuela, también en el pueblo de Cocula.
La televisora francesa France 24 dio a conocer el testimonio de la madre de uno de ellos el 26 de noviembre. El reportaje asegura haber tenido acceso a otros, pero sólo una persona accedió a darlo frente a cámara, con la identidad oculta, dadas las represalias que ya habían sufrido por buscar a su hijo y las que seguramente recibiría si los criminales la reconocían.
Aquí en Cuadernos Doble Raya, escribí que si esta información se confirmaba, demostraría  lo siguiente:
-Que el secuestro de los normalistas de Ayotzinapa no es un caso aislado ni excepcional;
-Que la impunidad de los mafiosos, amparada en el poder político, no tiene límites;
-Que no hacen falta motivos políticos ni un supuesto temor de agresión por parte de mafias rivales para que se cometan secuestros masivos;
-Que las autoridades no pueden o no quieren investigar ni siquiera los crímenes más graves;
-Que si el motivo del secuestro de estos adolescentes fue llevarlos a los ranchos de narcotraficantes de la sierra para trabajar como esclavos, podrían ser ciertas las versiones de UPOEG de que muchos de los desaparecidos de Ayotzinapa podrían haber sido mantenidos vivos, con la misma finalidad.
Además de lo que señalé, el caso tenía el potencial de incendiar el país, algo que sin duda fue previsto por el gobierno federal.
No sorprende, entonces, que las autoridades de la escuela de Cocula, la supuestamente afectada, y las de Educación del Estado de Guerrero negaran la falta de alumnos. No es difícil imaginarlas entre dos fuegos: el de la Secretaría de Gobernación y el del crimen organizado, que se cobraría con sangre la denuncia.
También es dable suponer que el gobierno federal operó por debajo de la mesa, ejerciendo presiones sobre el de Francia y su televisora France 24.
El 28 de noviembre, su corresponsal Laurence Cuvillier aceptó ser entrevistada por Adela Micha para admitir que “hice errores en esta investigación”. Este soundbit fue reproducido por los grandes medios de comunicación, que lo presentaron como un reconocimiento de la falsedad de la información, a pesar de que, más adelante, Cuvillier insistió en que -más allá de las deficiencias de su trabajo- el secuestro masivo sí tuvo lugar: “yo pensaba que después de esto, los familiares de las víctimas iban a hablar y que otros colegas iban a profundizar. Hay mucho por reportar. Mucho por destapar. Ahora las fechas se van a destapar, faltan muchísimos jóvenes allá“.
El 4 de diciembre, France 24 emitió un comunicado en el que anunció el retiro del reportaje y ofreció “disculpas si este reportaje ocasionó algún daño o un inconveniente”. Sin embargo, no desautorizó a Cuvillier: “Mantenemos nuestra confianza en nuestra corresponsal en México, quien realiza su trabajo con integridad y honestidad en medio de un ambiente de amenazas de grupos del crimen organizado”.
De manera que no es una admisión de que el secuestro masivo jamás ocurrió, sino una especie de empate: admiten que no tienen todas las pruebas necesarias para demostrar incuestionablemente que tuvo lugar pero confirman que creen que su periodista seguía un caso fundable.
Es mucho más difícil de verificar ahora que los padres de las víctimas no sólo deben cuidarse de los criminales sino también de una policía federal que no quiere que hablen.
A pesar de ello, el 4 de diciembre, Gardenia Mendoza, del diario california en español La Opinión, publicó un segundo testimonio que corrobora el hallado por France 24, esta vez con nombre y apellido: el de Édgar Cortez, cuya esposa de sólo 18 años fue raptada junto con los alumnos de la secundaria. Ambos eran humildes vendedores de dulces y Édgar trabajaba con sus hijos (“Gracias a Dios me llevé a los niños”) en otra parte de la población.
Cuando Edgar regresó para recoger a su mujer, otro comerciante le contó lo ocurrido. “Estaba blanco” del horror porque apenas había escapado de la redada clandestina de hombres encapuchados armados.
- Qué crees, qué crees- comentó a Edgar-. ¿Es tu esposa, la chaparrita, la morenita, la que tenía un pantalón de mezclilla?
- Sí.
- Lo que pasa es que estaban ahí los estudiantes y llegaron unas camionetas blancas y se la llevaron también. Nosotros (los vendedores) corrimos con otros estudiantes que estaban en la otra acera, pero a otros se los llevaron.
- ¿Cómo sabes que eran estudiantes?
- Es que estaban uniformados y hasta mochilas tiradas dejaron… y se llevaron a tu esposa con todo y caja de dulces.
Edgar se quedó petrificado, con los dos niños de la mano no sabía si esperar o huir. “Tomé el primer camión que encontré y me encerré en el cuarto que rentábamos a llorar porque no pude buscar a mi esposa, no tenía dinero y sí mucho miedo”.
Este tipo de secuestros masivos, probablemente para reclutar trabajadores esclavos para los plantíos de amapola y marihuana de la sierra, se convirtieron en actos tan normales en Cocula como los de familias enteras que cometía la policía de Iguala en retenes carreteros. En un contexto de autoridades controladas por las mafias, no es fácil que alguien se atreva a denunciar ni que la información trascienda, pero en julio de 2013 se conoció del rapto de 17 personas -entre ellas, tres mujeres- por un grupo armado en Cocula. La diferencia es que no lo realizaron en un espacio abierto, sino que los criminales entraron en las casas a sacar a las víctimas.
El incidente de 2013 sí fue reconocido por las autoridades. Y sumado al de los 43 de Iguala y al sospechado de los 31 de la secundaria, establece una tendencia gravísima que no puede ser ignorada: ¿cuántos miles de mexicanos más han sido reducidos a la esclavitud sin que el Estado los proteja?
César Camacho Quiroz, presidente del PRI y antiguo padrino político del presidente Peña Nieto, corrió a festejar que “estamos saliendo de este capítulo con la ley en la mano”. Tendrá que apaciguarse un poco. La tragedia de los 43 no es un hecho aislado, es una amenaza que pende sobre todos los mexicanos. Y está muy, muy lejos de ser un misterio resuelto. Aunque el procurador se canse de repetirlo.
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