Gloria Ramírez
E
l Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan llega a su 21 aniversario entre una de las peores crisis de derechos humanos que se ha enfrentado en México. Ayotzinapa le tocó en casa, donde, fiel a su convicción y tradición, se mantuvo desde el primer momento al lado de los padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos. Sus integrantes recorrieron, junto a familiares y compañeros de los normalistas, agencias del Ministerio Público, hospitales, basureros y fosas clandestinas. Buscaron, y buscan, huellas y certezas. Refutaron la
verdad históricaofrecida por el gobierno federal y hoy por hoy son referencia indiscutible para quien quiere seguir hurgando.
Jamás han hablado por los padres de Ayotzinapa, como nunca lo han hecho por ninguna de las organizaciones, comunidades y familias que acompañan. No suplantan las voces de los verdaderos protagonistas; de ello dan fe los mephaa, na savi, nahuas y ñomndaa de la Montaña y Costa Chica de Guerrero.
Celebraron sus dos primeras décadas cuando parecía que el panorama no podía estar peor. Inmerso el país en la política neoliberal de despojo, explotación y represión contra los pueblos, los agravios eran infinitos: desapariciones forzadas, tortura, prisión política, criminalización de la protesta y un largo etcétera en medio de una precariedad extrema. Y resulta que aún faltaba. Meses después de su festejo, el 26 de septiembre de 2014, el país se durmió con 46 futuros maestros menos, tres fueron asesinados durante esa noche y las primeras horas del día siguiente, y a los otros 43 los seguimos buscando.
Injusticia e impunidad encontraron en cada rincón de la Montaña y el resto de Guerrero. Ahí están su denuncia y acompañamiento, y junto a esto encontraron luchas, resistencia y dignidad, por lo que, junto a los pueblos, reivindican su derecho a la libre determinación y al ejercicio de su autonomía.
Están con el desposeído y el violentado; con los pobres, aunque eso signifique, también a sus integrantes, persecución y hostigamiento. Señalan al Estado de frente y sin ambigüedades, pues
ha demostrado su falta de capacidad técnica y de voluntad política para garantizar el derecho a la verdad y a la justicia de quienes han sido víctimas de violaciones graves de derechos humanos. Son muchos y muchas los que, a pie, buscan justicia. A las familias de los 43 de Ayotzinapa y a las de decenas de miles de desaparecidos, reconoce Tlachinollan en su 21 aniversario.