Al tomar el micrófono, en la Sala Nezahualcóyotl comenzó el hechizo de “un cuentacuentos”
Ericka Montaño Garfias
Ericka Montaño Garfias
Eduardo Galeano, ayer, en Ciudad Universitaria" Foto Francisco Olvera
La Sala Nezahualcóyotl fue insuficiente, pues no obstante los más de 2 mil 200 asientos, cientos de personas debieron conformarse con escuchar a Eduardo Galeano en las bocinas instaladas afuera del recinto. Imposible verlo en la pantalla que colocaron: el sol daba de lleno.
El escritor uruguayo se acercó al público y a las luchas en México: por Atenco, por Oaxaca, por la tierra. Por segundo día consecutivo contó sus historias, ésas que poco se conocen.
Lo recibieron de nuevo de pie, llenos de aplausos contenidos desde las 11 horas, cuando comenzaron a formarse dos filas a cada lado de la entrada principal de la sala. A las cuatro de la tarde una llegaba más allá del Museo Universitario de Arte Contemporáneo. La otra amenazaba con dar vuelta a la Nezahualcóyotl.
La entrada al recinto comenzó a las cinco de la tarde con cinco minutos. Todos trataban de llegar a las primeras filas. No vale la acústica de la sala. No valen las bocinas que bien se escuchan. Hay que estar lo más cerca posible, como si viéndolo directo a los ojos pudieran ser capaces de escucharlo.
¿Y los que se sientan en la parte de atrás de la sala y no le ven los ojos sino la nuca? Ellos también escuchan, aunque quizá las palabras se oigan al revés.
Lo primero que Galeano escucha, tras de los aplausos, son gritos: “Zapata vive, la lucha sigue”, “Viva la lucha de Atenco, de Oaxaca, del pueblo mexicano, viva la lucha del pueblo latinoamericano”.
Asiente y después, solito, sentado en el presídium, toma el micrófono y comienza el hechizo.
En la sala el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, escucha las historias de este pariente de Sherezada, a quien llamó la primera cuentacuentos. También están Lucía Moret y Trinidad Ramírez, esposa del dirigente de Atenco, preso, Ignacio del Valle. Ambas lograron acercarse a Galeano y le entregaron unos documentos. Doña Trini le colgó en el cuello el paliacate rojo que representa la lucha campesina por la tierra.
Por ayudar a nacer otros mundos
Por ayudar a nacer otros mundos
Galeano comenzó con la misma dedicatoria del miércoles al zapatista de Irak, a Manu Chao y Adolfo Gilly. “Y a todos los que defienden la justa causa de los presos de Atenco, porque al fin y al cabo creo que la tradición más entrañable es también la más antigua de México: es la que nos enseña que la tierra es sagrada y si la ésta es sagrada, sagrados son también quienes la defienden”.
Leyó relatos que “tienen que ver con el oficio de cuentacuentos. Siento que eso soy: un cuentacuentos”.
Al final, las preguntas anotadas en papelitos: habla del sueño que lo llevó a escribir Espejos: una historia casi universal, su nuevo libro; del significado del zapatismo: “zapatistas somos muchos, aunque no sepamos que lo somos y los que agradecemos al subcomandante Marcos que haya inyectado sentido del humor a la izquierda”; de la situación de América Latina a 200 años de la lucha por la emancipación: “opino que la independencia es todavía una tarea por hacer”.
Su reflexión del fin del pensamiento único marcó el término del encuentro: “La caída de Wall Street ha puesto en evidencia lo insostenible del sistema del poder que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias (…) Vamos a demostrar que este mundo que padecemos y que parece que rueda hacia la catástrofe total contiene otros mundos en la barriga, vamos a ayudarlos a nacer.”
Hoy, Galeano firmará libros a partir de las 16 horas en la sede de Siglo XXI Editores (Cerro del Agua 248, Romero de Terreros).