Gustavo Esteva
N
o podemos esperar más.
Porque tod@s somos tierra, vivimos en ella, la amamos y dependemos de ella, porque las afectaciones son para tod@s, ¡la lucha es de tod@s!
Hace tiempo los daños a la Madre Tierra empezaron a hacerse irreversibles. No sabemos qué pasará. Pero sabemos que debemos prepararnos para catástrofes cada vez más graves. Y sabemos, sobre todo, que no podemos seguir causándole daño y debemos realizar cuantas acciones de remedio y regeneración podamos.
Sabemos también que los gobiernos de México se distinguen en el mundo por su descuido en éste, como en otros campos. No sólo son incapaces de detener y combatir los daños criminales que se siguen haciendo a la Madre Tierra, sino que los estimulan y propician, con su ciega subordinación a las fuerzas del capital que los causan. Son parte del problema, no de la solución.
Tenemos que tomar en nuestras manos el asunto. Y eso es, precisamente, lo que pueblos, organizaciones, movimientos y colectivos estuvieron preparando por más de un año, en cuatro asambleas nacionales. Forman parte de movimientos comunitarios o vecinales que resisten en el país entero. Sentían la necesidad de pasar de la defensiva a la ofensiva. Y se pusieron a imaginar cómo podían hacerlo.
Así empezó ayer, con 179 de ellos, la Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra y el Territorio, que durará hasta el 20 de noviembre. Tiene un propósito claro: construir una estrategia de acción política en común para cambiar las condiciones políticas y sociales en las que se desarrollan las luchas por la defensa de la vida, la madre tierra y el territorio, articulándolas para converger desde la diversidad y convocando a la sociedad civil para que participe en estas luchas que corresponden a todos y a todas.
La campaña ha definido tres líneas de acción: fortalecimiento de la vida y la lucha comunitaria; hermanamiento con la sociedad civil nacional e internacional, y convergencia hacia la movilización de pueblos y sociedad civil.
La iniciativa no intenta suplantar a las innumerables iniciativas que desde hace años realizan la tarea que hoy se intenta extender. No pretende erigirse en vanguardia o núcleo dirigente. Se abre a todas y todos, sin restricciones. Busca articular, no dirigir. Intenta concertar, no centralizar. El espíritu de la campaña está eficazmente planteado en el último párrafo de la convocatoria:
Tod@s nosotr@s somos del color del arcoiris, l@s guardianes e hij@s de la madre tierra, l@s que la defendemos ante las leyes del mercado y la catástrofe que nos la arrebatan, la enferman y matan. Nosotr@s hemos escuchado y respondido al llamado de amor y dignidad de nuestra madre. Es momento que pasemos la voz para que otr@s también lo hagan. Porque al despojarnos de nuestros territorios, la vida está en riesgo y los afectados somos tod@s, por eso ya estamos luchando, pero necesitamos ser más.
Se inicia la campaña en un momento de peligro. Lo que queda de país avanza rápidamente a la condición contemporánea del
estado de seguridad. El moderno Estado-nación se sustentó en un contrato social fundado en el supuesto del miedo recíproco y la guerra de todos contra todos. Concentró poderes en los aparatos estatales, el monopolio de la violencia legítima, para que cumplieran la misión de ponerle fin al miedo; esa era la fuente de toda legitimidad. El
estado de seguridadinvierte ese principio. Como bien dice Agamben, se funda en el miedo y debe mantenerlo a toda costa, porque de él extrae su función y su legitimidad. Usa pretextos vagos, como el terrorismo o el narcotráfico, que no pueden prevenirse o combatirse, por definición… o más bien por su indefinición. Con ellos intenta justificar lo que realmente se busca, una nueva relación social basada en el control generalizado y sin límites de todos los comportamientos… para proteger el despojo y a los de arriba. El pueblo pierde la soberanía que las constituciones le atribuían. Se inventan nuevas categorías de excluidos, marginados, discriminados. Se abandona la certeza judicial como criterio de verdad y certidumbre en la esfera pública.
El
estado de seguridadque hoy se consolida en el país, usando la ley para establecer la ilegalidad, mantiene un estado de miedo generalizado, despolitiza a los ciudadanos y renuncia a toda certeza del derecho. Cada día se acumulan pruebas flagrantes de todo eso, que atenta cotidianamente contra la razón y la convivencia armónica.
Esa conspiración insensata y feroz no nos encuentra inermes. Nos quitaron tanto que hasta el miedo nos quitaron: en ese lema central se funda la campaña que empezó ayer. Y la convocatoria exhibe a ciudadanos y ciudadanas lúcidamente politizados que restablecen la certeza del derecho al devolverlo a su ámbito natural: la autonomía de comunidades y barrios que establecen sus propias normas de comportamiento y convivencia.