viernes, abril 15, 2016

Ayotzinapa: horas eternas

Gabriela Rodríguez
L
a palabra desaparecer busca borrar a la persona y perderla en una tiniebla: ya no está, quién sabe, ya no existe. (Palabra) perversa, le atribuye al ausente la responsabilidad por estarlo: se fue, tal vez esté en otra parte. Pero los desaparecidos no se fueron: se los llevaron. Alguien lo hizo y sabe en dónde están.
Si alguien comprende el sentido de la palabra desaparecer es Paula Mónaco Felipe, y así nos lo muestra en su reciente libro Ayotzinapa: horas eternas (Ediciones B, México 2015). Desde el ángulo de quien experimenta un curso de vida bajo la sombra de sus padres desaparecidos, ningún relato puede acercarnos mejor a lo que están viviendo los sobrevivientes, padres, madres, familiares y compañeros de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Siempre he querido saber por qué me llamo Paula. Mis padres, Luis Mónaco y Ester Felipe, nunca pudieron aclarármelo. El 11 de enero de 1978, cuando tenía 25 días de nacida, fueron secuestrados y desaparecidos por militares argentinos.
Más de 100 entrevistas realizadas por Paula Mónaco conforman una crónica única de lo ocurrido en Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2014 y de lo que están viviendo familiares y compañeros de los 43. No hay entrevistas a funcionarios, victimarios ni representantes del Estado. Decidí incluir sólo las voces de víctimas como un intento por aportar sus testimonios a la construcción de una historia plural que las integre en lugar de silenciarlas, como suele ocurrir en las versiones oficiales. El libro incluye una biografía y colección de fotografías de cada uno de los 43, más los tres asesinados en Iguala. Es una selección de los álbumes familiares, se les ve con sus parientes y amigos, con novias e hijos; además se incluyen trabajos del fotoperiodista Miguel Tovar en los que vemos a familiares y activistas en la espera activa, en resistencia.
Tal como opina Edgardo Buscaglia (reproducido en el libro), Hay decenas de miles de desapariciones forzadas en este país como las que ocurrían en Argentina y Chile, pero con la diferencia de que no hay junta militar centralizando el terrorismo de Estado. En México es aún peor por la descentralización, la atomización del terrorismo de Estado, en la que cada alcalde es como una pequeña junta militar argentina. Las desapariciones son por razones ideológicas, políticas, que definen a un crimen de lesa humanidad.
El cansancio físico comienza a hacer estragos en los rostros y cuerpos de los padres. Mario González, papá de Manuel, uno de los 43, adelgazó cerca de 20 kilogramos. Otros sufren diabetes, hipertensión y diversos problemas de salud, pero no se detienen. Encuentros, manifestaciones, reuniones son relatadas con mucho cuidado y cariño. En la Feria del Libro de Guadalajara de 2014 algunos escritores encabezaron una marcha, Elena Poniatowska cedió íntegro el espacio de su conferencia magistral a los sobrevivientes de Ayotzinapa: Mi hermano (Abel) con tanta ilusión fue a estudiar a esa normal, porque es la escuela para nosotros los pobres. Fue a estudiar para ser maestro bilingüe. Nosotros hablamos un idioma que se llama mixteco y mi mamá no puede hablar el español, por eso no puede andar con nosotros buscando –dice Óscar García con voz quebrada de tristeza–. Uriel relata lo vivido la noche del 26 de septiembre y detalla que en medio de los balazos habló con un militar del 27 batallón, con sede en Iguala. Le dijo: Desgraciadamente no puedo hacer nada. El general nos dijo que les vale madre. El 5 de diciembre el Equipo Argentino de Antropología Forense informa que un fragmento de los restos óseos recolectados por el gobierno dieron positivo en los exámenes genéticos realizados en un laboratorio de Innsbruck: pertenecen a Alexander Mora Venancio, uno de los 43. Las dudas eternas carcomen, mientras que la verdad, por dolorosa que pueda ser, cura. La identificación de Alexander no cierra el caso sino que lo hunde en un hoyo de dudas cada vez más negro, en especial porque los científicos aseguraron que es imposible que hayan sido quemados en Cocula.
Habría que leer las últimas noticias a la luz de los testimonios de este libro. El peritaje realizado por el Grupo Colegiado de Expertos en Materia de Fuego informó el 2 de abril que la recolección de restos óseos corrobora la evidencia suficiente y coincidente que permite determinar que al menos 17 seres humanos adultos fueron quemados en el basurero del municipio de Cocula. El 8 de abril el Instituto de Medicina Legal de la Universidad Médica de Innsbruck presentó resultados del análisis de nueve muestras óseas y cabellos provenientes del basurero de Cocula y dos muestras de la bolsa del río San Juan: no fue posible obtener identificación de perfiles genéticos, aunque algunas muestras eran de origen humano, el ADN no correspondió con ninguna de las secuencias de los familiares de los 43. Felipe de la Cruz, vocero de los padres de los estudiantes, puntualizó que esos resultados obligan a que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) continúe sus investigaciones. Sin embargo, Miguel Ángel Osorio Chon dijo que no tiene previsto dar una prórroga al plazo para la conclusión de la investigación. Mientras tanto, la campaña de desprestigio contra el GIEI continúa y está en curso una averiguación previa contra el secretario de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Emilio Álvarez Icaza. La persecución a defensores reafirma el autoritarismo de Estado, hay sectores que quieren dar por cerrado el caso, hay interés en que nunca sepamos: ¿Quién se llevó a los 43? ni ¿En dónde están?
Nota: El caso de Los Porkys desata una movilización nacional contra las violencias machistas. Este 24 de abril habrá contingentes en 43 ciudades, porque #VivasNosQueremos. En CDMX se cita a las 12 horas en Indios Verdes, a las14 horas en el monumento a la Revolución y cierre en el Ángel.
Twitter: @Gabrielarodr108