Alberto Híjar
El sábado 14 falleció Miguel del Valle a los 91 años de su vida campesina en San Salvador Atenco. A su hijo Ignacio le permitieron una llamada telefónica desde el penal de Alta Seguridad del Altiplano donde purga la injusta y desmesurada pena de 67 años y seis meses. Pero el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra organizó el funeral con una marcha de cientos de atenquenses claros convencidos de que los tres de Almoloya no están solos porque son compañeros de injusticia de los trece encarcelados en Molino de las Flores. La marcha por el pueblo llegó a la casa del queridísimo Nacho para recibir el duelo de su esposa Trinidad Ramírez y su hijo Ulises. Todos tienen en mente los crímenes de Estado, el homenaje reciente a Alexis Benhumea, la vida rota de América del Valle, la joven pasante de pedagogía obligada al clandestinaje.
El 15 de septiembre de 2006, hubo grito de independencia en San Salvador Atenco. La plaza principal estuvo dividida: de un lado el grito rutinario y oficial de las autoridades perredistas con su banda de guerra, sus invitados bien trajeados a quienes esperaba suculenta cena, sus bailes folclóricos falsos. Del otro lado, el de la izquierda por supuesto, los grupos y los saludos de los compañeros solidarios con el FPDT, en espera de la comisión del EZLN encabezada por el Subcomandante Marcos quien gritó por la independencia de los pueblos. Don Miguel del Valle estuvo con el grupo de campesinos de avanzada edad que hablaron largo y tendido sobre sus esperanzas sin hacerle mucho caso al ritual cívico. Sus palabras venían de muy atrás y no pudieron limitarse a las rutinas del Grito. Hubo un saludo de América y los asegurados en el encierro total de Almoloya fueron mencionados por todos ante la esperanza de libertad de los presos de Santiaguito y Texcoco. El Sub comunicó su sueño de celebrar en la plaza de Atenco cuando regresen Nacho del Valle, Felipe Álvarez, Héctor Galindo y también Jacobo Silva Nogales y Gloria Arenas Agis, ahora ya exculpados de los delitos graves de homicidio e intento de homicidio, pero con la pena que purgan en Almoloya y Chiconautla respectivamente, alargada de nueve a catorce años. De haberles dejado la pena de nueve años saldrían pronto con sus ocho años de prisión cumplidos.
La crueldad es un ingrediente necesario del poder judicial, del poder en general. Ejércitos, policías, médicos y enfermeras, jueces, ministerios públicos y custodios, son adiestrados contra la compasión y la piedad. Ganan respeto entre colegas por duros e insensibles. Desde las escuelas militares, los ejercicios físicos llevan el ritmo de consignas brutales coreadas bajo la dirección de quien esté al mando. Hace unos tres años hubo un pequeño escándalo porque en un curso de verano para hijos de policías, los niños corriendo y saltando coreaban espantosas consignas. Vocero de la criminal infamia, Fox felicita a Uribe por sus cínicas invasiones mortíferas. El cardenal Norberto oró por los padres y la familia el domingo 15 y nada ofreció por los niños violados por su protegido prófugo.
La coartada judicial es que sólo así puede combatirse la rudeza de los delincuentes y si sobre la marcha operativa hay crímenes, nadie es culpable y se contabiliza como efectos secundarios, bajas imprevistas, errores tácticos. Tal ocurre con la niña de doce años acribillada por el fuego cruzado o el adolescente tiroteado y muerto por cargar un garrafón de gasolina frente a un pelotón de cobardes armados o las ancianas violadas por militares en Zongolica o la saña contra las víctimas, sobrevivientes y solidarios con la masacre de Sucumbíos, Ecuador. Grave es la crueldad asumida como vida cotidiana y hasta la crueldad asumida como vida cotidiana y hasta celebrada por el Presidente espurio como prueba de fortaleza de Estado.
Exhibidos como fieros transgresores de la ley, los del FPDT ejercieron con energía colectiva el derecho a la autodefensa. Nacho del Valle y el entrañable Finini fueron filmados mil veces blandiendo su simbólico machete y arengando a los compañeros y compañeras. Nada se dijo de los amorosos lazos construidos. Escribo esto frente al machete enfundado donde Nacho escribió a mano su convicción por la defensa de la tierra como garantía de vida y lo digo pensando en que va a leerlo Salinas el bueno, Jorge Salinas, el telefonista famoso por su corpachón bañado en sangre arrastrado por los armados hasta los dientes para la crueldad del combate contra el pueblo en lucha. Curadas sus heridas, casi cicatrizada el alma, Salinas mantiene la dignidad y no perdona ni olvida porque los presos así lo demandan. Siempre admiraré el ánimo de seguir a pesar de todo, con el duelo ahora por Miguel del Valle.
Junio 2008.