viernes, junio 29, 2007

De cómo hacer de México, Uno. Sobre la condena de los líderes de Atenco.

La condena, dada hace poco, a Ignacio del Valle líder del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, a 28 años de prisión, solamente puede ser producto de un régimen político represivo.

Alejandro Vázquez Ortiz

Parece ser que el primer requisito, que uno ya da por sentado, en la elaboración de cualquier estado es que sea Uno. Esto es fácil decirlo, hacerlo no tanto. España ya lo sabe con sus múltiples lenguas y luchas independentistas.

México es otro caso. Su heterogeneidad es de otra clase, a pesar de las múltiples etnias culturales, a pesar de la inmensa cantidad de idiomas que se hablan entre las etnias, el caso más grave, acaso por pura realidad estadística, sea la heterogeneidad que surge entre las clases sociales.

Históricamente, aunque esto tampoco quiera decir mucho, México ha sido un país que pugna por su desunión, o que en todo caso, la unificación de su geografía ha sido siempre una constante necesidad para el gobierno Federal. Cuando se quiere encarar al pasado, únicamente el heroísmo patriótico ha estado siempre al servicio de rendir culto a ese México, que es Uno.

Juárez, defensor contra los franceses y el Imperio fracasado de Maximiliano, así como la unificación de México bajo la constitución de 1857. Porfirio Díaz, el dictador,al que se le quiere disculpar diciendo que mal que bien, nos legó, el ferrocarril y el telégrafo (medios indispensables para que México, sea Uno). Después de la revolución, de 1910-1921, (y más allá), Elías Calles, con la fundación del partido único, Cárdenas, con la expropiación petrolera, ha acercado cada vez más a ese ideal de que México sea Uno.

Por supuesto, la historia vista más de cerca, indica que si estos fueron los héroes de México, fue precisamente porque han podido someter a las fuerzas populares, a eso que de ‘Uno’ necesita tener el Estado para perfilarse como tal.

Desde la invasión de Estados Unidos a México, con el General Santa Anna en el poder; la población se sentía totalmente ajena a la preocupación por defender a ‘su patria’. Después con Juárez y sus ideas liberales de su Constitución política casi-ilustrada de 1857, se quedaron como tinta y papel, y realmente nunca llegaron a la práctica: lo más que hizo, el llamado ‘Benemérito de las Américas’ fue acabar con algunos caudillos que amenazaban la integridad política de México, después de todo la Independencia de Texas aún estaba fresca en la memoria. Porfirio Díaz unificó a México, creando algunas líneas de ferrocarril y telégrafos que empezarían a perfilar ese gran problema de centralización demográfica y económica que aqueja al país. Gracias al ferrocarril ya se puede hablar de una especie de infraestructura que permite tejer una red de unificación.

La revolución mexicana, debe (y está siendo) revalorada como una reacción política y social contra esa extraña ‘unificación’ de México. Debemos dudar que realmente, p. e., los Hermanos Figueroa del estado de Guerrero, se hayan levantado en armas para apoyar el Plan de Ayala de Madero. La revolución mexicana fue más bien una serie de levantamientos esporádicos (normalmente liderados o apoyados económicamente por caciques locales que buscaban mantener el poder, sin intromisión Federal –salvo los casos de Villa y Zapata), que se oponían a los mandatos y colocaciones de Gobernadores, Alcaldes, etc., por parte del gobierno de Díaz.

Después en el período prisita, que se extendió desde 1930 hasta el año 2000, la unificación se completó. Pero, debemos decirlo, no a una maniobra política, no gracias a la intervención de grandes proyectos económicos, tales como una gran infraestructura de carreteras o una implementación educativa; o cualquier otra cosa. Sino que fueron los medios de comunicación los que operaron el gran salto.

En realidad se puede asegurar que el verdadero ‘héroe’ mexicano ha sido, y seguirá siendo, Emilo Azcárraga, el fundador de la XEW-AM, la primera estación de radio importante a nivel nacional, en los años 30’s y que más tarde pasó a ser XHTV, también conocida como Televisa. Éste fenómeno, más que las defensas de la soberanía ‘contra el invasor’, más que las constituciones de 1857 o 1917, más que los ferrocarriles o telégrafos, más que el simbólico acto de la expropiación petrolera, etc. han sido los que comenzaron a poder ver posible la unificación de México.

Nada debe sorprendernos que sean, aún, los medios de comunicación los delegados en la gran tarea política de conservar a México como ‘Uno’. El caso de Atenco es lo más terrible y lamentable que yo haya podido observar en la historia política de México. Incluso casi podría ser comparado con la masacre de Tlatelolco, sin embargo hay una cosa que no puede dejar de señalarse.

Aunque Tlatelolco haya sido un espectáculo mil veces más macabro y terrible, su recuerdo persiste en la memoria como un trauma histórico. Histórico en el sentido de que toda una generación despertó aterrorizada a la realidad política; histórico porque aún existe en el fondo de cada uno de los que lo vivieron, de los que lo callaron o de los que lo escucharon por los rumores, las leyendas, las cifras dispares de muertos y desaparecidos, un terrible recuerdo del poder político que se vive y siente sobre los cuerpos y la sociedad civil. Tlatelolco aún se introduce en la Historia haciéndonos ver cómo es que ese ‘Gran Uno Político’ se empeña por aplastar, reprimir y aniquilar todo vestigio de ‘otro’ que quede inmerso en la sociedad civil.

A Atenco se le quieren cerrar las puertas de la Historia. Cerrar las puertas de la Historia es justamente no reconocerle su estatus de presencia como un ‘otro México’ que pueda hacer peligrar esa cohesión política (que sólo se traduce en prosperidad económica para unos cuantos). Los medios de comunicación, tanto Televisa como TV Azteca (los dos grandes emporios televisivos privados mexicanos) tienen la tarea de reducir eso que fue y es Atenco a un mero espectáculo, a un acto de violencia irracional o como mucho, alimentando la ideología de la inseguridad, tildarlo simplemente de terrorismo.

La cuestión es grave... Editoriales, comentarios de opinión, toda la ‘sapiensia mexicana’, volcada en hacer los juicios más faltos de soberanía política a la que se pueda aspirar. La reducción de Atenco a un caso meramente ‘minoritario’, al nombramiento de los líderes como enemigos públicos, al llamamiento a las fuerzas policiales al ataque de cualquier forma de protesta por parte de los noticieros de las cadenas; debe ser tomado, a las claras, como represión civil.

La condena, dada hace poco, a Ignacio del Valle líder del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, a 28 años de prisión, solamente puede ser producto de un régimen político represivo. La invocación perenne del Estado de Derecho queda, en última instancia, reducida a un mero artilugio del poder económico para aplastar cualquier forma de ‘alteridad’ y la soberanía popular, eso que supuestamente debe estar en la base de toda democracia.

Queda pues la triste noticia de que a esa sociedad civil que antes amordazaban, que antes intimidaban, asesinaban o simplemente mentían: ahora, gracias a una propaganda del miedo, consiguen convencer. Ese convencimiento, el convencimiento de que sin la fuerza represora del Estado, cualquier forma de estado de derecho es imposible es ya la muerte de eso que llaman, muy ligeramente, democracia.

Más información en un documental Gráfico:
http://www.youtube.com/watch?v=QDPPNFqstNU 1era parte
http://www.youtube.com/watch?v=YDwYHWybwkw 2da parte
http://www.youtube.com/watch?v=DfwqSOtWw6U 3era parte.