jueves, septiembre 27, 2018

Nos vamos con el corazón lleno de esperanza, dicen padres de los normalistas

A 4 años del ataque en Iguala
  • Un honor, que se nos haya abierto una puerta
  • Es el primer día que un gobierno nos ayuda para conocer la verdad, sostienen familiares de los 43
▲ El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, con la señora María Elena Guerrero, madre de Giovanni Galindes Guerrero.Foto Carlos Ramos Mamahua
Alma E. Muñoz y Emir Olivares
Periódico La Jornada
Jueves 27 de septiembre de 2018, p. 4
“Nos vamos con el corazón tranquilo, lleno de esperanza. Dios quiera que podamos abrazar a nuestros hijos, que lleguemos a la verdad. Muchas gracias por el primer día en estos cuatro años que los padres nos sentimos con esa esperanza. Es el primer día que un gobierno nos dice: ‘sí, vamos a saber la verdad; sí, los vamos a ayudar’. Sin justicia para los padres no hay paz.”
Con esas palabras, don Epifanio Álvarez, padre de Jorge Álvarez, uno de los 43 normalistas de Ayot-zinapa desaparecidos hace cuatro años, definió el inicio de la relación de los familiares con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Cuatro años hemos luchado abriendo puertas (por la fuerza) y para nosotros es un honor que ésta se haya abierto sola, agregó María Elena Guerrero, madre de Giovanni Galindes Guerrero.
Frente al presidente electo y los medios de comunicación, ambos tomaron el micrófono en el Museo Memoria y Tolerancia en nombre de sus compañeros para agradecer que por fin alguien tome en cuenta sus exigencias.
La incansable lucha que han dado durante cuatro años comienza a tomar forma: López Obrador no sólo los escuchó, sino que delineó tres compromisos para otorgarles verdad y justicia, y con ello un nuevo brío de optimismo.
Hay una luz de esperanza (porque) este presidente electo nos dé todo su apoyo. (Fue) una reunión donde nos dio a conocer compromisos. Fue una gran emoción estar a su lado y que nos diga que nuestro caso no quedará impune, manifestó doña María Elena.
Como en cada acto público al que acuden, los padres de los normalistas portaban los emblemáticos estandartes con la imagen de sus hijos y, también como siempre, clamaron por su presentación. Se les veía satisfechos.
El paso de meses en la incertidumbre ha minado su salud y estabilidad. Pero ayer, en sus rostros asomaron tímidas sonrisas, un gesto que, dijeron los representantes que los han acompañado, no habían podido expresar tras la noche del 26 de septiembre de 2014.
Sus voces conmovieron al propio López Obrador, a sus colaboradores, Olga Sánchez Cordero y Alejandro Encinas, que ocuparán respectivamente la Secretaría de Gobernación y la subsecretaría de Derechos Humanos de la dependencia, y a todos los que presenciaron este primer acercamiento.
Don Epifanio no ocultó el renovado ánimo que entre los padres dejaban los compromisos asumidos por el presidente electo.
“Tenemos un futuro gobierno que nos transmite la esperanza de poder llegar al paradero de nuestros hijos (…) Es un día emblemático para los padres y las madres que hemos sufrido juntos. Hemos pasado hambre, frío, soles calientes. Nos hemos mojado en las lluvias, marchando, gritando. Eso también nos ha llenado de rabia porque hemos tenido un gobierno (de Enrique Peña Nieto) que no se ha preocupado por el caso de los 43 muchachos, a quienes estamos esperando con gran ansia para abrazarlos y besarlos, para decir: ‘te quiero, hijo’. Quisiera decir más pero no puedo, sentimos una gran esperanza”.
No perdieron la oportunidad para señalar las marcadas diferencias entre la actitud que ayer mostró López Obrador y la que a lo largo de cuatro años tuvo la administración de Peña Nieto. El gobierno (actual) obstaculizó, nunca nos dio esperanza. Siempre nos decían que trabajaban y nada, reclamó Álvarez.
Su compañera reforzó esa idea: “Nunca se comprometió para llegar al fondo del caso… Ahora nuestro corazón late, nuestras esperanzas están con ellos. Juntos haremos historia”, parafraseó el lema de campaña del tabasqueño.
Una escena sintetizaba esas nuevas ilusiones. Cuando cada una de las madres y los padres se despedía de Esmeralda Arosemena de Troitiño, relatora para México de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ésta les decía: Una nueva luz se abre.