Aída Mendoza Flores - aidamf2003@yahoo.com.mx
"¿Que tengo el corazón destrozado? Es muy cierto. ¿Que ya quiero abrazar a mi hija? ¡Claro! ¿Que quiero verla cumplir su proyecto educativo? Sí. Además quiero verla bailar y cantar con la alegría de siempre. En fin, ya quiero tenerla conmigo. Es injusto, el único delito que cometieron mis hijos fue tener como padre a Ignacio del Valle, defensor de nuestra tierra".
Así se expresa María Trinidad Ramírez Velázquez a dos años de la tragedia que envolvió a todo un pueblo. Ella recuerda los hechos ocurridos el 3 y 4 de mayo de 2006, cuando en San Salvador Atenco, estado de México, llegó la violencia a teñir sus calles de rojo. Con la mirada casi perdida mantiene los dedos trenzados y a cada pregunta un vendaval de recuerdos recorre su cuerpo.
Sus palabras se asfixian dentro de su garganta, se anudan, su voz se quiebra. Por momentos la esposa de Ignacio del Valle Medina deja caer sus parpados para no permitir que esas emociones se desborden a través de sus ojos negros.
"¿Que tengo el corazón destrozado? Es muy cierto. ¿Que ya quiero abrazar a mi hija? ¡Claro! ¿Que quiero verla cumplir su proyecto educativo? Sí. Además quiero verla bailar y cantar con la alegría de siempre. En fin, ya quiero tenerla conmigo. Es injusto, el único delito que cometieron mis hijos fue tener como padre a Ignacio del Valle, defensor de nuestra tierra".
Así se expresa María Trinidad Ramírez Velázquez a dos años de la tragedia que envolvió a todo un pueblo. Ella recuerda los hechos ocurridos el 3 y 4 de mayo de 2006, cuando en San Salvador Atenco, estado de México, llegó la violencia a teñir sus calles de rojo. Con la mirada casi perdida mantiene los dedos trenzados y a cada pregunta un vendaval de recuerdos recorre su cuerpo.
Sus palabras se asfixian dentro de su garganta, se anudan, su voz se quiebra. Por momentos la esposa de Ignacio del Valle Medina deja caer sus parpados para no permitir que esas emociones se desborden a través de sus ojos negros.
"Mi hija tiene orden de aprehensión, para América ya no hay nada que hacer, ya se perdió todo, puesto que le negaron el amparo casi inmediatamente. Desde entonces tuvo que esconderse, de no hacerlo tendría que apelar su inocencia privada de su libertad, tal como está sucediendo con otros compañeros", señala la señora Trinidad ante Forum al mismo tiempo que exhala un largo y profundo suspiro.
"Ese día, cuando los granaderos entraron, mi hija no estaba en el pueblo, ella se había quedado en el Distrito Federal, ya que había ido a un evento en Ciudad Universitaria donde se presentó el subcomandante Marcos. Ese día, los habitantes de San Salvador Atenco formamos una comisión y fue ahí donde vi por última vez a mi hija, a mi otro hijo César lo había dejado desde días antes con sus tíos para que lo cuidaran y no corriera ningún riesgo", afirma nuestra entrevistada luego de señalar el cartel desde donde su hija América la observa detenidamente, plasmada en una sola tinta que ya se desvanece al igual que la posibilidad de tener un poco de justicia en México.
Trinidad, ¿participaba en el movimiento toda la familia?
—No, a nuestros hijos les dimos la libertad de que ellos eligieran lo que querían hacer. Por ejemplo, César se quedaba en la casa, tenía 13 años e iba a la secundaria. En el caso de América, era igual, ella estaba estudiando ya casi terminaba la tesis para recibirse de pedagoga. Ella estaba adentrada en el tema de la educación, tenía un proyecto muy grande, era la encargada de hacer talleres dentro del movimiento, trabajaba con los niños y todo eso se interrumpió por la represión en la que se vio envuelta y sólo por el hecho de ser la hija de Ignacio del Valle. Ulises, nuestro hijo mayor, tampoco participaba y yo mucho menos, era ama de casa.
La esposa de Ignacio del Valle rememora ese jueves 4 de mayo de 2006, a esa hora cuando el sol apenas comenzaba a calentar los cuerpos desvelados de los campesinos. Poco más de 3 mil policías estatales y de la Federal Preventiva (PFP) se abrían paso a punta de toletazos y lanzando gases lacrimógenos por la calle Fresno hasta llegar al Palacio Municipal de San Salvador Atenco. Sobre el cielo, ruidosas aspas sostenían al helicóptero de la PFP que vigilaba el avance de las fuerzas policiacas. Abajo, gritos, heridos, hombres, mujeres y niños huyendo del brazo represor del Estado.
Desde ese momento comenzó la despiadada cacería, las detenciones, las vejaciones, violaciones sexuales, golpes brutales, y torturas por parte de las diferentes corporaciones policiacas entre las calles de este poblado al oriente del estado de México y que se dio a conocer mundialmente en el 2001, cuando un grupo de más de 500 campesinos bloquearon la carretera Lechería-Texcoco, con machete en alto –su instrumento de trabajo– como protesta ante el anuncio de expropiación de sus tierras para la construcción del aeropuerto internacional.
Ese día los granaderos nos decían: ¡Calmados venimos a dialogar! Nosotros era lo que queríamos, sin embargo, al momento de irnos acercando un petardo surgió desde la parte de atrás de nuestro lado, nosotros en ese momento nos dimos cuenta que era un infiltrado y que era el encargado de dar la señal para que los policías atacaran con toda la saña".
Llegamos hasta esto porque, en primer lugar, rompieron el dialogo en donde se llevaban todos nuestros asuntos y discutíamos para llegar a acuerdos. Por ejemplo, cuando estuvo Arturo Montiel, se estuvieron resolviendo algunos asuntos con el secretario de Gobierno Manuel Cadena, pero al llegar Enrique Peña Nieto se cortó el dialogo, ya no quiso hablar con nosotros, por eso lo señalamos como principal responsable junto con Vicente Fox, Eduardo Medina-Mora ya que ellos planearon la agresión
¿Y cómo se encuentra su esposo en el penal, lo golpean?
—Se habla de que hay una mazmorra donde son castigados con una dieta de agua, yo no sé hasta donde fue castigado, en un principio no se me permitía verlo, yo pienso que sí lo hicieron ya que en una ocasión su hermana logro verlo y ella salió llorando por el estado en el que se encontraba Ignacio. En un principio, en el modulo que lo tenían, sí supe que los castigaban y por cualquier cosa los golpeaban, después lo pasaron al modulo siete, pero ahí no salían ni a tomar el sol, ahí mismo hacían sus necesidades".
¿En este momento como se encuentra?
—Pues en este momento metieron a otro reo en la misma celda, eso yo lo veo como un riesgo, de por sí lo representa el que él esté en un penal de máxima seguridad junto con verdaderos asesinos y secuestradores, entonces al ponerlo con otro, no sabemos lo que le pueda suceder, seguramente le hará la vida imposible para que caiga en una provocación.
¿Él le cuenta como lo tratan, cuando usted lo visita?
—No, ya no quiere platicar de eso, sólo me pregunta que como están sus hijos que es lo más importante para él y cuando yo le pregunto si lo tratan mal, me dice: eso siempre pasa. Creo que él quisiera olvidar todo lo sucedido, la primera vez que lo visité, Ignacio estaba sentado con los ojos mirando al suelo y las manos en la espalda esperando el momento en el que el custodio que se encontraba del otro lado del cristal, le diera la orden para que él pudiera mirarme a los ojos y hablarme. Recuerdo que lo abracé, pero fue un abrazo leve porque ahí no puede uno abrazarlos efusivamente como quisiera uno hacerlo luego de un año de no saber nada de él, porque hasta eso les tienen prohibido. Informa nuestra entrevistada en el mismo instante que con sus acanaladas manos recorre sus brazos intentando traer desde sus recuerdos el cuerpo de su esposo.
¿Existe una posibilidad de que su esposo salga libre?
—Sí, a través del amparo, pero éste lo estamos preparando muy bien, pues al ser nuestro último recurso no debe llevar un solo error.
El apoyo por parte de los organismos internacionales se ha hecho manifiesto y se han pronunciado ya que consideran que la sentencia fue injusta: "Cómo es posible que le hayan dado 67 años de cárcel, cuando días después a un narcotraficante lo habían condenado a 11 años de pena. Aquí, en México, no hay justicia ya que a los que trafican y dañan a los jóvenes les dan penas cortas y a los que luchan por su patrimonio, su tierra, les dan condenas excesivas, no es justo, esto es una burla", indica Trinidad ante Forum.
¿Su hijo César ya está libre, cómo se encuentra él?
—Sabemos que ya todo estaba planeado, la represión y esta venganza que ejercieron contra la familia Del Valle Martínez. Un día, sin orden de aprehensión, sacaron a mi hijo César de la casa de uno de mis familiares y se lo llevaron preso sin pasar por la Procuraduría, de todas las averiguaciones que se le abrieron para fabricarle delitos ya lo absolvieron, pero, yo me pregunto ¿lo absolvieron de qué? Lo absolvieron de un proceso amañado, sucio, porque en realidad mi hijo no es un secuestrador, no es un asesino, lo encarcelaron injustamente y finalmente lo absolvieron aunque no le haya importado a las autoridades haberle quietado un año y 10 meses de vida.
Trinidad Ramírez critica el manejo de información que han hecho algunos medios de comunicación en torno a San Salvador Atenco: "Nos han hecho mucho daño como es el caso de Televisa y Tv Azteca, esos son corruptos, están vendidos. Nosotros queremos que digan la verdad de lo que sucede en Atenco, que ya no manipulen a la opinión pública en nuestra contra, ellos dicen que somos agresivos, violentos, ¡no es cierto! Lo que hacemos es defender lo que es nuestro".
Finaliza Trinidad Ramírez: "A todas las madres, mujeres luchadoras sociales, a todas aquellas que tienen familiares desaparecidos, tengo que decirles que sigan luchando, sigan convirtiendo ese dolor de ver a nuestros hijos perseguidos, presos o asesinados en fuerza para que sigan adelante en su lucha, con sus ideales, no hay que bajar la guardia, que el hecho de haber sufrido una represión, no nos tire, al contrario nos levante".
El 5 de mayo de 2007, Ignacio del Valle Medina, Felipe Alvarez Hernández y Héctor Galindo Gochicua, dirigentes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, de San Salvador Atenco, fueron sentenciados a 67 años y seis meses de prisión cada uno, al encontrarlos responsables de secuestro equiparado, delito que les imputó la Procuraduría General de Justicia del Estado de México por la retención de funcionarios entre febrero y abril de 2006, minutos después de conocer el fallo del juez primero penal de Toluca, José Blas Hernández, en ese entonces el procurador Abel Villicaña expresó que la pena era insuficiente ya que la dependencia a su cargo exigía la pena máxima de 120 años de prisión para cada uno. En cambio, Bárbara Zamora, quien encabeza la defensa de los presos, consideró que el fallo "es una infamia", ya que ni los funcionarios presuntamente retenidos reconocieron a los líderes de Atenco como los responsables de la privación de su libertad.