Jorge Caballero
Ciudad de México. El sencillo músico británico Sting ofreció un colosal concierto el miércoles en la noche en el Auditorio Nacional, provocando que de todos los rincones del inmueble se pararan a bailotear, a pesar del breve espacio de la butaquería, con temas como English man in NY, Everything she does is magic y otros temas clásicos de la amplia obra del ex The Police. Y rindió homenaje a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
Ciudad de México. El sencillo músico británico Sting ofreció un colosal concierto el miércoles en la noche en el Auditorio Nacional, provocando que de todos los rincones del inmueble se pararan a bailotear, a pesar del breve espacio de la butaquería, con temas como English man in NY, Everything she does is magic y otros temas clásicos de la amplia obra del ex The Police. Y rindió homenaje a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
Una rubia espectacular, haciendo las delicias del público masculino a su alrededor; dos sexagenarios con la cabeza cana y tomados de la mano acompañando/rondando todas las canciones de Sting; una señora que rondaba la media cancha moviéndose desenfrenadamente en su corto espacio...y un cincuentón haciendo el air guitar y dirigiendo a Sting desde su asiento con una batuta invisible.
El ex líder de The Police saludó: "Buenas noches querido público mexicano, me siento muy honrado en estar nuevamente en la Ciudad de México"; presentó a sus músicos acompañantes y a la banda abridora de su concierto, The Last Bandoleros y a Joe Summer, su hijo, quienes en ese momento fungían como coristas.
El concierto fluyó con ricas variaciones musicales y hasta acordeón hubo. Sting se rifó en cada uno de los momentos del concierto, pero cuando llegó Fields of gold, vivió el mejor momento del evento cuando gran parte del público se paró a grabar para atesorar el tema mencionado.
Otro gran momento lo protagonizó Shape of my heart con un duelo de guitarras eléctrica y acústica en perfecta conjunción con el omnipresente bajo de Sting, a quien se le unió Joe para cantarla a dúo en la parte final.
Confeccionada con los elementos musicales de los ochenta, pero puestos al día, lanzó al mar de sus diez mil seguidores Message in a bottle.
Después Sting dejó la estafeta a su hijo, quien rindió homenaje al Delgado Duque Blanco, David Bowie, con Ashes to ashes que por cierto sonó ma-ra-vi-llo-sa.
Mención aparte merecen las rolitas Walking on the Moon, So lonely, Desert Rose y Roxane,combinada con el homenaje a The Jackson Five.
Se despidió, pero regresó para echarse la otra, que fueron tres más: Next to you, Every Breath You Take, entre ellas, lo que puso al límite del desvarío a su insaciable y voraz público.
Pero el punto máximo del recital de Mister Sting fue cuando salió enfundado en una playera blanca con los rostros impresos de los 43 normalistas de Ayotzinapa y cantó Frágiles, con la que arrancó algunas lágrimas y alaridos.
Un concierto resplandeciente que logró provocar un amplio espectro de intensas sensaciones que alimentaron el tan maltrecho espíritu de los 10 mil mexicanos que se dieron cita en el Auditorio Nacional y que este jueves se repetirá.