sábado, septiembre 26, 2015

Una reunión sin sensibilidad y con mensaje predefinido, lamentan

Ayotzinapa, la herida abierta
  • No fue planeada para escuchar ni tomar el pulso de la situación
  • El encuentro, cortado cuando los padres endurecieron sus señalamientos
Blanche Petrich
 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de septiembre de 2015, p. 5
A los asistentes al encuentro entre familias de Ayotzinapa y el presidente Enrique Peña Nieto, el jueves en el Museo Tecnológico, les desconcertó que ante un escenario tan delicado el mandatario mostrara desapego y falta de empatía. Se demostró que esa reunión no fue pensada para escuchar, ni siquiera para tomar el pulso de la situación, sino sólo para transmitir un mensaje predefinido, refiere Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan.
Él fue uno de los asesores que acompañaron a cerca de 100 personas: madres, padres, esposas y hermanos de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos y tres asesinados hace un año en Iguala. También asistieron los directivos del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, Mario Patrón y Santiago Aguirre, y Miguel Álvarez, de Servicios para la Paz.
Algunos de los participantes atestiguaron que el encuentro terminó mal: fue cortado abruptamente por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, cuando varios familiares de las víctimas, frustrados por los resultados, empezaron a tomar el micrófono con expresiones muy duras hacia el Presidente. No hubo despedida, mucho menos manos estrechadas.
Eran las 4:20 de la tarde, menos de tres horas de que arrancara el encuentro, cuando Peña Nieto se levantó de su asiento. De inmediato los escoltas del Estado Mayor Presidencial lo rodearon y cerraron el paso de las familias hacia la salida, ordenándoles esperar a que saliera el Presidente. Pero el jefe del Ejecutivo se demoraba, hablando con sus colaboradores.
Entonces las madres, ansiosas por salir, intentaron –y lograron al fin– abrirse paso a empellones entre los guardias. Fue, por los relatos escuchados, un final de ruptura.
Refiere Barrera: Los padres se habían preparado. No iban en plan confrontativo. Hicieron un esfuerzo por privilegiar la presentación de peticiones concretas, antes que ir a desahogar su desesperación. Y en el fondo fueron con una expectativa: que a estas alturas de la investigación, después de 12 meses transcurridos, Peña Nieto reaccionara y decidiera dar un golpe de timón a la estrategia que ha seguido. Al final, constataron que no fue en el ánimo ni siquiera de tomar el pulso a la situación, sino simplemente a transmitirles una serie de ideas definidas de antemano.
Los primeros en el uso de la palabra fueron la colombiana Ángela Buitrago y el vasco Carlos Beristáin, integrantes del GIEI, quienes pudieron entregar en propia mano al presidente su Informe Ayotzinapa y explicar a grandes rasgos su contenido y recomendaciones.
Le siguió Aguirre, del Centro Prodh, quien leyó el documento con las ocho exigencias de las familias.
Preguntas sin respuesta
Después inició una ronda de intervenciones de los familiares. La hermana de Jhosivani Guerrero de la Cruz –quien, según la PGR, fue identificado entre las cenizas como uno de los supuestamente cremados en el basurero de Cocula y después arrojado a un río– reclamó a la procuradora Arely Gómez haber dado a conocer el informe del Instituto de Medicina Legal de Innsbruck antes de explicarle la situación a los parientes, a pesar de que su padre, Margarito, le había pedido expresamente por teléfono que no lo hiciera.
“Ese fue el primer golpe –relata Abel Barrera–; sin levantar la mirada ni mirar a sus interlocutores, la procuradora tomó la palabra para leer tarjetas que llevaba preparadas y que no aludían a las preguntas que se le hicieron. No dio ninguna explicación, mucho menos presentó una disculpa. Fue incapaz de demostrar la más mínima sensibilidad”.
Después tomó la palabra el presidente Peña Nieto. Aseguró que su gobierno y las víctimas estamos del mismo lado y que la investigación continuará. Pero tampoco aludió a las peticiones que le fueron presentadas antes.
“Lo que más nos desconcertó es que Peña Nieto dijera que, ante el tema de la presunta cremación de los estudiantes, estamos ante dos hipótesis, poniendo en un mismo nivel la versión de la PGR y las conclusiones del GIEI. Y que para desempatar el impasse se ordenaría un tercer peritaje. Ese fue el punto de quiebre de la reunión. Entendimos que estamos hablando dos lenguajes distintos”.
En la siguiente ronda de intervenciones de los padres, el tono ya fue otro. Uno de ellos dijo: No estamos aquí por gusto, no venimos a platicar con usted, venimos porque tenemos la necesidad de pedirle que acate las recomendaciones de nuestros expertos, porque necesitamos ver hasta dónde usted, como Presidente, tiene voluntad de respondernos.
En ese momento no tenía sentido prolongar el encuentro. Pero faltaba algo más: la descortesía de los guardias presidenciales.