viernes, junio 26, 2015

‘‘Fauna nociva’’ mutiló el rostro del normalista César Mondragón: peritos


  • Su madre, esposa y otros familiares y abogados rechazan la versión por ‘‘absurda’’
  • Médicos forenses del Ministerio Público de Iguala entregan resultados de la necropsia 
  • Murió por edema cerebral causado por fracturas múltiples de cráneo, dicen 
  • No hay ninguna persona imputada
Blanche Petrich
 
Periódico La Jornada
Viernes 26 de junio de 2015, p. 4
La necropsia realizada por los médicos forenses del Ministerio Público de Iguala al cuerpo del estudiante de Ayotzinapa Julio César Mondragón –a quien le fue arrancado el rostro– dictaminó que esa mutilación fue provocada post mortem ‘‘por la fauna nociva que se encontraba en el lugar’’.
La causa de la muerte del normalista, según ese peritaje de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero (PGJEG), fue un edema cerebral causado por fracturas múltiples de cráneo. Familiares del joven asesinado el 26 de septiembre de 2014, junto con cinco personas más, además de los 43 muchachos desaparecidos, rechazan ‘‘por insostenible y absurdo’’ ese peritaje.
La familia Mondragón Fontés, que reside en Tenancingo, estado de México, finalmente tuvo acceso a la constancia de la necropsia, solicitada insistentemente por sus abogados desde hace nueve meses.
La madre de César, Afrodita Mondragón; sus tíos y su esposa Marisa Mendoza, sostuvieron en un comunicado que el expediente del caso, radicado en el estado de Guerrero, demuestra ‘‘una falta absoluta de respeto y de profesionalismo, además de que evidencia el desinterés’’ por esclarecer el homicidio.
El caso de la desaparición forzada de los 43 estudiantes que fueron secuestrados en los mismos hechos y en el mismo lugar donde Julio César y otros tres normalistas fueron asesinados fue atraído por la PGR 10 días después de los ataques y está a cargo de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido).
Asimismo, el caso de César Mondragón es investigado por el fuero común en la averiguación previa 212/2014, de la procuraduría guerrerense.
Por el asesinato del joven normalista nadie ha sido imputado. El único detenido, un policía municipal de Iguala, Luis Francisco Martínez Díaz, fue arrestado en febrero pasado en el Distrito Federal y arraigado en un penal de Veracruz, donde tenía abierta otra causa. Sin embargo, fue liberado un mes después sin que autoridad alguna informara nada a la defensa legal de la familia Mondragón, representada por la abogada Sayuri Herrera.
Versión desmentida
Por su parte, el médico Roberto Loewe, perito reconocido en casos de tortura y fundador del Colectivo contra la Tortura y la Impunidad, señala que el análisis de las fotografías del cuerpo inerte –pero intacto– de César Mondragón, excepto por el rostro desollado, exhibe lesiones de cortes limpios a partir de los cuales se procedió al retiro de todo el tejido facial hasta el hueso.
En una primera observación, señala el médico, nada indica rastros de mordidas caninas o de otro animal. ‘‘Excluyo totalmente esa posibilidad’’, expuso Loewe en entrevista telefónica.
No habían transcurrido más de cuatro o cinco horas entre el último de los dos ataques de la policía municipal de Iguala contra los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, el 26 de septiembre del año pasado –entre 11 y 12 de la noche–, cuando una fotografía de un cuerpo humano al que le arrancaron el rostro con todo y ojos impactó en las redes sociales. Era el cadáver desollado de Julio César Mondragón.
Esa imagen aterradora empezó a circular en Twitter en horas de la madrugada, antes de que el Ministerio Público de Iguala llegara al lugar donde yacía el cuerpo para realizar la primera inspección ocular y el levantamiento del cadáver. El crimen presuntamente se cometió en una calle de terracería, a la altura de un almacén de Coca-Cola y una cancha de tenis, sitio conocido como Callejón del Andariego. En el expediente se registró la hora de la diligencia: 9:55 de la mañana. Sobre la ruta de la fotografía en redes sociales no se conoce que la policía de Guerrero o la Federal hayan realizado un rastreo o peritaje cibernético.
En cuanto a la hora en la que la imagen se subió a redes sociales, da constancia el hermano adolescente de Julio César, Lenin Mondragón, quien, según el testimonio de su tío Cuitláhuac, fue el primero en percatarse de que su hermano estaba muerto, al reconocerlo por su camiseta, su bufanda y sus manos, en la fotografía del muchacho desollado. Era la madrugada cuando el resto de la familia aún tenía la esperanza de que el joven estuviera vivo.
Es, por cierto, una fotografía casi idéntica –aparentemente parte de una serie de tomas cuyo origen aún no se determina pericialmente– que forma parte de la averiguación previa de la Procuraduría de Guerrero.
La técnica forense
A pesar de las características de las lesiones –cortes precisos desde la garganta hasta la línea de nacimiento del cabello– y la ausencia de heridas graves en otras partes del cuerpo, el dictamen de la necropsia del expediente asienta que la causa de la muerte fue ‘‘edema cerebral, múltitples fracturas de cráneo, lesiones producidas por agente contundente’’.
Según las fotografías conocidas, el cadáver ya no tenía ojos. No obstante, el autor de la necropsia establece: ‘‘Se observan pupilas dilatadas con presencia de mancha negra esclerotical’’.
Más adelante, registra ‘‘marcas de caninos que interesa toda la cara y cara anterior del cuello que interesa piel, tejido celular subcutáneo y músculos, preservando estructuras óseas. Globo ocular izquierdo ennucleado post mortem y globo ocular derecho sin tejidos blandos circundantes’’.
El rostro de la víctima fue ‘‘comido post mortem por fauna del lugar donde se encontraba’’, concluye el médico forense Carlos Alatorre Robles, adscito a la Secretaría de Salud de Guerrero. El estudio forense se inició a las 15:45 horas y concluyó a las 17:40 del 27 de septiembre del año pasado en Iguala.
Según el crono-tanatodiagnóstico asentado en el acta de defunción, la hora de la muerte fue entre 13 y 15 horas antes del inicio de la necropsia.
Ocho casos similares
El médico austriaco-mexicano Roberto Loewe realizó un estudio comparativo de estas imágenes con otros ocho casos de muerte por tortura de desollamiento del rostro. Explica a La Jornada: ‘‘Son procedimientos muy parecidos. Denotan una técnica muy estudiada, especializada. Y seguramente es un crimen ejecutado por más de una persona; no puede ser en solitario’’.
Los casos analizados son de entre junio de 2011 y diciembre de 2014. ‘‘En comparación con las otras fotos, la marcada con el número seis –correspondiente al cadáver de Julio César Mondragón– presenta una técnica superior a las de los otros casos: incisiones precisas que dejan los huesos de la cara disecados. Así, se aprecia el cadáver de un hombre joven con la cara de ‘la muerte’, como aparece en el imaginario social. Es muy improbable que un policía municipal haya sido capaz de realizar un crimen de esta naturaleza’’.
Agrega el análisis de Loewe: ‘‘La fotografía muestra un charco de sangre que no corresponde a la posición de la víctima. Esto puede deberse a su lucha por sobrevivir o al cambio de posición post mortem. Como quiera, es importante recalcar que los cadáveres no sangran, por lo que se infiere (en el caso de que la sangre sea de Julio César, lo que es muy probable) que fue desollado vivo. También es importante mencionar que la víctima tuvo que ser sometida por varias personas mientras era desollada.
‘‘En la muñeca izquierda y el antebrazo derecho se aprecian zonas equimóticas correspondientes a la sujeción. Las manchas oscuras y circulares en la muñeca y el flanco izquierdos pudieran ser quemaduras eléctricas. Hay una escoriación en el codo izquierdo, que indica que la víctima fue arrastrada en vida.’’
Los otros casos analizados corresponden a dos hombres ejecutados en junio de 2011 en Tepecuacuilco, Guerrero; dos de diciembre de 2011, en la colonia Guadalupe, en Tepic; otro hombre hallado en Zimatlán, Oaxaca, en diciembre de 2013, y un caso posterior a la matanza de Iguala, una enfermera desollada en diciembre de 2014 en Uruapan, Michoacán.
Concluye: ‘‘La propuesta más razonable sería poner el caso en manos del Equipo Argentino de Antropólogos Forenses’’. Ese grupo de especialistas ya participa como coadyuvante en las investigaciones sobre los 43 normalistas desaparecidos, por iniciativa de los padres de familia.
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